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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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05-09-2010

 

 

 

 

Educación, medios y lucha de clases

SURda

 

 

Julio A. Louis

La política agresiva de la derecha cuenta, como uno de sus instrumentos principales, con el control de los medios masivos de comunicación. Esa derecha hace recaer -desde hace décadas- sobre la incapacidad e irresponsabilidad de los docentes y de la enseñanza pública, buena parte de los males de la sociedad. Sin embargo, aviesamente oculta o minimiza aspectos básicos. El Consejero de Primaria Luis Gómez, ha dicho que hay 25.000 maestros titulados, de los cuales 5000 no trabajan como tales, sea por la insuficiencia salarial o por las estresantes condiciones de trabajo, lo que obliga al reintegro de maestros retirados. A su vez, encuestas recientes señalan que los jóvenes provenientes de las clases y sectores sociales de niveles socio-culturales medios o altos, no escogen la profesión docente, la que sí atrae a los de niveles socio-culturales bajos. Una colega del Instituto de Profesores Artigas, gráficamente nos decía que otrora los estudiantes viajaban en el 121 (Pocitos-Punta Carretas) y ahora lo hacen en el 125 (Cerro). Es positivo que accedan a la docencia las clases y sectores populares, pero no puede ignorarse, por lo general, el menor nivel de instrucción. Puede pretenderse que los formadores de formadores, hagan milagros y preparen muy buenos docentes, cuando el nivel de conocimientos del que parten los jóvenes al llegar a los institutos de formación, es bajo? Otro tanto ocurre con los docentes de Secundaria o Primaria. Hace un par de décadas una alumna del I.P.A., con humor y dolor, observaba que mientras el docente se esforzaba para que se comprendiera la Segunda Guerra Mundial, la cabeza de los estudiantes estaba ocupada por otro tipo de problemas y de “noticias”. Ahora, el ambiente receptor de formación está sensiblemente deteriorado. Por consiguiente, solucionar el problema de la educación requiere de medidas de profundo contenido económico-social (una Revolución), que escapa al desarrollo de este artículo. Aunque es necesario destacar la prédica constante de degradación cultural que -rindiéndoles buenos dividendos- hacen a diario “libremente” los medios masivos de comunicación. Porque la educación (esto es, la formación de las personalidades) no se restringe a las aulas, y se manifiesta en lo que se aprende en los hogares, en los barrios, en las “noticias” de los medios.

La realidad social circundante reproduce constantemente la ideología que la legitima y que elude o minimiza cualquier cuestionamiento. Todo medio de comunicación (periódicos, radios, TV, comunicación satelital) está inserto en las “reglas del mercado” y sus empresarios deben atenerse a ellas, esto es, a la competencia. Hacia fines del siglo XIX, cuando el poder de compra popular se acrecentó, las empresas sumaron a los matutinos, los vespertinos. Los primeros eran más “serios”, destinados a un público cultivado, mientras los segundos eran más ligeros, con abundantes fotografías, más para mirar que para leer (un buen ejemplo en Uruguay, lo constituía el dúo “La Mañana”-“El Diario”), más accesibles al final de una jornada laboral. Después, esa dicotomía de niveles socio-culturales, se reproduce y amplía con los más recientes medios de comunicación.

La 'noticia' vive en tanto permite su explotación como mecanismo de venta. Y cede su lugar a otra si esta última reúne mayores condiciones de espectacularidad, emoción, violencia, sorpresa, etc. El proceso de sustitución de “noticias” es sutil y auscultado por agencias especializadas. La “noticia” en sus inicios se concibe para asuntos importantes: una catástrofe, una campaña electoral, una huelga, la muerte de una personalidad, etc. Después se amplía al mundo del espectáculo (teatro, cine, carnaval, deportes) y también a otras banales, pintorescas, hasta caer en el morbo de las policiales, la chabacanería del sexo oral de la botinera, del personaje del año, del escándalo de infidelidades, de la competencia de cirugías estéticas. La mayoría es propiciada por los propios involucrados porque esas noticias venden. Esa concepción competitiva, propia de la sociedad capitalista, resalta los valores del sistema: el individualismo, el prestigio, el éxito, confundiéndose con el destaque a cualquier precio. En este cambalache discepoliano todo se mezcla: el que se jacta de no haber leído más que un libro y el que por haber leído algunos opina de todo. Y se aleja la preocupación sobre cuestiones tales como hacer solidaria a la sociedad o la relación hombre-naturaleza. Se destacan acontecimientos, no análisis que profundicen en las estructuras. Es que la sociedad capitalista desarrolla una concepción de las relaciones sociales en las que el individuo es todo (ciudadano, productor, consumidor) suponiendo falsamente que siempre dispone de capacidad para adoptar decisiones libres. “Esta ideología liberal, en lo económico y en lo político, es el sustrato que sostiene la concepción sobre la que reposa la información social.” (Roque Faraone, “La noticia de mercado”)

Mientras el sistema capitalista domine, con sus “reglas de mercado” no habrá una política de medios de comunicación, que prohíba (sí, prohíba!) la imbecilización masiva de los seres humanos, de igual manera que se prohíbe la venta de la pasta base. Pero al menos, debiera incrementarse una batería de medidas, aunque los medios masivos protestaran en defensa de la “libertad de prensa”. Potenciar, favorecer y perfeccionar los canales y radios oficiales, las radios comunitarias allegadas a los barrios e instituciones populares, pero además adoptar -como en algunos países desarrollados- una política que subvencione a los medios según el tiempo destinado a la elevación cultural en sentido amplio, y recargue duramente el dedicado al morbo, la chabacanería, la exaltación de la violencia .

Otro aspecto complementario, es que el movimiento obrero-popular, y en términos políticos, el Frente Amplio, estimulen con charlas, debates, programas de interés, la difusión de temas que hacen a la hegemonía ideológica de las clases populares. Ciclos sobre temas atinentes al movimiento sindical, a las concepciones ideológicas, análisis de acontecimientos relevantes, etc., tienen que ser propuestos y alentados en diversas formas, en tanto educan y entusiasman a los participantes.

 

 

 
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